jueves, 25 de marzo de 2010

Ícaro

Dédalo, arquitecto y constructor del laberinto de Creta, y su hijo Ícaro, tenían un sueño: escapar volando de su cautiverio en la Isla de Creta. Para ello, Dédalo construyó unas alas para él y otras para su hijo. Advirtió a éste de que debería volar no muy alto, para que no se derritiera la cera de sus alas y no muy bajo, para que no se mojaran, dificultando así su vuelo.

Con su particular ímpetu, Ícaro voló demasiado alto, se derritió la cera de sus alas y cayó al mar. Su padre, que lloró su pérdida, puso el nombre de su hijo a la isla de Icaria.

Moraleja: Ícaro quiso levantar el vuelo y no hizo otra cosa que meterse un guarrazo...

Anécdota: El programa de prácticas en empresa de las algunas universidades (entre ellas la de Cádiz) se llama Ícaro. Saquen sus propias conclusiones...

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sobran comentarios, está bastante claro. Yo en su día tuve suerte con las prácticas pero no supe aprovechar la oportunidad q me surgió. No te desanimes, por muy mal no permitas q nada ni nadie eche abajo tus alas...

Araceli dijo...

Qué grande eres y cuánta razón! Aún sigo riéndome...

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