Como dije, esta tarde me pasé por Chipiona en busca de la gaviota polar de primer invierno observada ayer, con Carmen Azahara.
El éxito fue nulo: ni rastro de la gaviota polar. Espero que no se haya ido aún y poder volver a verla en unos días. Con estas cosas nunca se sabe... Ya que estábamos allí, aproveché para leer unas cuantas anillas de PVC, de gaviotas sombrías (había cientos de ellas) y nos volvimos para el Río San Pedro, a ver si se veía algo interesante por allí.
Cuando llegamos, vimos que había muy pocos pájaros, que lo que suele ser una zona de sedimentación de sombrías, ostreros y charranes bastante buena, esta vez estaba bastante flojita. Apenas unas quince picofinas (muchas de ellas anilladas con PVC blanco pero muy lejos para leerlas), algunos limícolas y cinco pagazas piquirrojas. Pero de repente, como si se hubieran puesto de acuerdo, y sin que alrededor hubiera ninguna perturbación humana, todas las aves comenzaron a volar en la misma dirección. Menos de un minuto después, Carmen encontró la causa, volando en la dirección de la que precisamente huían todas, había llegado un águila pescadora adulta (por fin conseguí verla en la Bahía de Cádiz, hasta ahora tenía que creerme a ciegas lo que dice el mapa guía ornitológico de la Bahía). Por lo menos esta postrera sorpresa arregló la tarde.
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