domingo, 27 de diciembre de 2009

Cuando el cielo descarga su ira...

Que ha llovido últimamente por aquí es quedarse corto, muy corto. En mis recién estrenados 26 años, no recuerdo (no digo que no haya pasado, sino que no recuerdo) algo así por aquí. Es como si el que se encarga por ahí arriba de repartir la lluvia y el mal tiempo hubiera dejado toda la tarea para el último día y haya querido hacer lo que no hizo antes. El invierno tardó en entrar, de hecho hace poco estábamos todavía en mangas cortas diciendo que estaba siendo el verano más largo de la historia y llevamos tres semanas en las que sólo vemos agua y más agua, y cuando deja de llover a cántaros aparece el frío...

El temporal, que hoy nos da una tregua, me ha hecho cambiar el concepto de la lluvia, de algo necesario a un elemento modelador de paisajes, sea urbano o natural: techos de parkings derribados, ventanas rotas, coches empotrados en tapias, campos de cultivo anegados como si fueran pantanos, playas con troncos y con el mar llegando más allá de la línea de dunas...


Pero no todo son daños materiales. Los temporales también se cobran vidas. Las aves marinas no suelen ser muy resistentes a éstos y en cada temporal caen como moscas. Especialmente cuando es tan largo como lo ha sido éste. Basta darse un paseo por la playa, para observar el reguero de muerte que deja a su paso y cómo, desde pequeñas y frágiles aves como el paíño de Leach (poco más grande que una golondrina) a aves marinas tan potentes como el alcatraz, sucumben a su ira.


Paíño de Leach (Oceanodroma leucorhoa) encontrado en la Playa de Camposoto (San Fernando, Cádiz).

Alcatraz (Morus bassanus) adulto muerto a causa del temporal.

Preferiría mil veces no haber visto en mi vida un paíño de Leach a encontrármelo muerto en una playa...

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