domingo, 14 de diciembre de 2008

A flipar...

Como diría un gran ornitológo que conozco, "hay que flipar" cuando se sale al campo. Jeje. Y es que hay jornadas en las que "flipar" es justo y necesario...

Te encuentras una mañana desagradable, con un cielo cubierto y un viento frío que corta la cara y que te hace moquear que da gusto. Pero bueno, te pones a pensar que estás en un sitio privilegiado, en el punto más meridional de la Península Ibérica, a escaso tiro de piedra de una costa marroquí que pareces poder tocar con la punta de los dedos si te estiras un poco... Te das cuenta de que a tu derecha queda el Océano Atlántico y que a tu izquierda tienes la entrada al Mar Mediterráneo, y comienzas a entender el fenómeno de la migración, de una ingente cantidad de bichos que usan este pasillo natural para sus fines vitales y ecológicos...

Empiezas a ver las primeras pardelas baleares que entran al Mediterráneo, o los animados alcatraces que van de aquí para allá, que parecen no tener rumbo fijo y que lo mismo les da entrar que salir... Entonces ves la primera curiosidad del día, un págalo grande, que se acerca a la costa, saliendo del Mediterráneo y ya lo empiezas a flipar...

Entre pardelas baleares, alcatraces, algunos álcidos y banditos de negrones transcurre la mañana, siempre con la presencia permanente de gaviotas patiamarillas y la estridente voz de los charranes patinegros... De repente se oye una voz, que te pide ver la siguiente especie y tú bromeas diciendo que le vas a buscar un págalo parásito... jeje, inocente de ti... Sin embargo, cachondo como es el destino, aparece un curioso amigo, visibile a simple vista, a pocos metros de la costa... Se trata de un págalo parásito, precioso, de menudo tamaño comparado con su primo el grande y de elegante porte comparado con su otro primo el pomarino... Ya te vas alegrando... Pero como el destino es cachondo y mucho mucho, pocos minutos antes de echarle el cierre a la jornada, aparece otro págalo parásito, casi casi tocando las rocas de la costa de la isla, a escasos 150 metros de ti. Se pasea casi casi chuleando delante tuya y pasa entre las patiamarillas que lo corren a gorrazos... Entonces te das cuenta del relativo pequeño tamaño del bicho y de sus peculiaridades: su barriga blanquita, su dorso oscuro y sus inconfundibles manchas blancas de págalo...

Una bonita jornada para "flipar"...

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