Dédalo, arquitecto y constructor del laberinto de Creta, y su hijo Ícaro, tenían un sueño: escapar volando de su cautiverio en la Isla de Creta. Para ello, Dédalo construyó unas alas para él y otras para su hijo. Advirtió a éste de que debería volar no muy alto, para que no se derritiera la cera de sus alas y no muy bajo, para que no se mojaran, dificultando así su vuelo.
Con su particular ímpetu, Ícaro voló demasiado alto, se derritió la cera de sus alas y cayó al mar. Su padre, que lloró su pérdida, puso el nombre de su hijo a la isla de Icaria.
Moraleja: Ícaro quiso levantar el vuelo y no hizo otra cosa que meterse un guarrazo...
Anécdota: El programa de prácticas en empresa de las algunas universidades (entre ellas la de Cádiz) se llama Ícaro. Saquen sus propias conclusiones...
Sobran comentarios, está bastante claro. Yo en su día tuve suerte con las prácticas pero no supe aprovechar la oportunidad q me surgió. No te desanimes, por muy mal no permitas q nada ni nadie eche abajo tus alas...
ResponderEliminarQué grande eres y cuánta razón! Aún sigo riéndome...
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